El Queirolo, un bar tradicional y bohemio de Lima que se
inunda de historias y recuerdos donde políticos, intelectuales, literatos y
artistas dejaron sus huellas. Esta bodega inmemorial hoy reúne a nuevas
generaciones, promocionando el arte y la cultura.
El Queirolo es un
bar de generaciones. Grandes intelectuales y artistas como Manuel Gonzáles
Prada, Cesar Vallejo, Chabuca Granda, la generación de los sesenta, el movimiento Hora Zero y Mario Vargas Llosa
se sumergieron horas y horas en esta esquina del jirón Quilca y Camaná, a solo
una cuadra de la Plaza San Martin y muchos han hecho de este bar su segundo
hogar.
La herencia y
tradición de los Queirolo hoy recae en Oscar Queirolo un señor robusto, con bigotes
y muchas canitas que adornan sus 60 años de vida. Él al igual que sus hermanos,
Lucho, Danillo y Dora crecieron rodeados de intelectuales y artistas que hacían
de este lugar el centro de tertulias, juegos y sobre todo concurrían para matar
la sed.
Por los salones
donde creció y jugó Oscar, hoy su hija Laura Queirolo se desplaza y es testigo
de las tertulias de nuevas generaciones que más adelante darán que hablar,
porque en este bar nunca fue raro ver a jóvenes artistas. La tradición continúa
y se expandirá por otros distritos de Lima, asegura Oscar. Su hija Laura mantendrá
la tradición; ella es la única entre la nueva generación de los Queirolo que
concurre y trabaja como cajera en este bar de los recuerdos.
El Queirolo es un
bar de tradiciones. Félix Gómez es el cocinero más antiguo de este recinto, con
33 años haciendo deleitar a los concurrentes con sus exquisitos platos y
repartió las copas de ron a los visitantes de antaño. Hoy Félix instruye en la
cocina a su hija, Ana Gómez una, joven de 25 años que se desenvuelve de mesera,
con cuatro años llevando copas llenos de licor y reconociendo a los nuevos
adicto de este bar.
Ana conoce las
preferencias e historias de sus comensales, entre los licores más pedidos esta
el chicalcano que cuesta once soles, a base de pisco Quebranta Queirolo. Esta
joven mesera carga en su memoria cada situación de los visitantes, ella tiene
que lidiar con las penas, alegrías, furias que desbordan los clientes, Ana es
el refugio de las confesiones.
Un lugar donde sobra la eternidad.
El Bar en sus inicios
se llamo La Florida y fue fundado por Don Victorio Mosto y Margarita Queirolo
en 1920, era un peculiar sitio de juegos de mesa y para beber licor, en diciembre de 1957 se rebautiza con el nombre
de Queirolo.
Tres amplios
salones, cuarenta mesas, amplios ventanales, relojes antiguos, paredes
decoradas con cuadros y faroles amarillentos perduran en este bar donde más de
uno se quedó dormido en la mesa e inconsciente por el excesivo alcohol.
El Primer salón
tiene salida para ambas calles, Quilca y Camaná, su interior es un museo de
licores, las botellas te sonríen y las copas te exigen a ahogarlas de licor.
Las vitrinas repletas de butifarras,
sándwich de jamón del norte y una variedad de comida,
que a cualquiera le abre el apetito, a su lado la infaltable caja por
donde todos tienen que abonar.
El olor a un
delicioso escabeche te jala e invita a continuar con la travesía, pero dos
placas recordatorios te detienen y de pronto llegamos hasta el segundo salón, en las placas están grabados los nombre de Hudson
Valdivia, un intérprete de Cesar Vallejo y primer actor nacional, y el otro nombre es de Grobe Gambarini, un
pintor que cambio sus cuadros por copas de licor y hoy adornan las paredes del
Queirolo. Ambos personajes murieron por el excesivo consumo de alcohol.
Al fondo donde no
llega los rayos solares, pero si la luz de la sabiduría esta el Salón Hora Zero,
donde se marca la hora zero, la hora del inicio, fue inaugurado en diciembre
del 2009 en homenaje a la eternidad de su poesía. En la pared principal se
muestra una fotografía de los integrantes de Hora Zero y a su derecha la imagen
de Cesar Vallejo con una copa en la mano, este movimiento rompió con los
esquemas de los poetas tradicionales.
Entre Artistas y Copas.
Por este bar desfilaron
grandes artistas como Chabuca Granda, quien se daba una vuelta para tomarse un
café y otras veces compartir sus canciones; Juan Ramírez Ruiz, Jorge Pimentel,
Mario Luna, Jorge Najar y Enrique Verástegui todos ellos integrantes del
movimiento Hora Zero, un grupo de poetas de todos los rincones del Perú que produjeron textos admirables. Ellos se
adueñaban del bar cinco días a la semana durante las mañanas, llegada las seis
de la tarde se iban retirando, no porque el local cerraba, sino porque las
fuerzas para resistir a más alcohol no les alcanzaba. Eran muy complicados y
especiales, confiesa Oscar Queirolo.
“El mejor remedio contra el mal de amor es sobre todo el
vino, entonces vamos pasemos por todas las tabernas de noche y de día” esta frase le pertenece a Carmen Olle, integrante del movimiento Hora
Zero, quién dejo escrito en la pared del Salón Hora Zero, con esas palabras
afirma su concurrencia a este vetusto bar.
Ha Hudson Valdivia
todos lo invitaban a beber, pero no a comer; este intérprete de Cesar Vallejo y
primer actor nacional fue el que más veces concurrió al bar junto a Grobe
Ganbarini un pintor que sus cuadros hoy adornan el bar.
Los nuevos asiduos
de este bar, son personajes que sus nombres no suenan, pero en unos años resonaran
en este bar tradicional.
En este recinto
también fue utilizado para firmar películas como Sin Compasión, la serie Gamboa,
comerciales publicitarios, videoclip musicales y entrevistas a reconocidos
personajes.
Sin duda El
Queirolo es tradición y los recuerdos de grandes personajes quedaran tatuados
en los salones y copas de este bar.
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